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La Revolución Gloriosa de 1868 marcó un hito en la historia de España, culminando con la abdicación de Isabel II y la instauración de una monarquía parlamentaria. La Constitución de 1869, con su reconocimiento del sufragio universal masculino y la separación de poderes, sentó las bases para un estado más democrático. Sin embargo, el nuevo régimen enfrentó desafíos como la elección de un rey, que concluyó con el efímero reinado de Amadeo de Saboya y la posterior proclamación de la Primera República Española.
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La crisis económica en España se agravó debido al declive de la industria textil, dificultades en el sector ferroviario, quiebras financieras y la insolvencia del estado
El aumento del desempleo y la pérdida de líderes políticos como Narváez y O'Donnell intensificaron el descontento social en España
La Noche de San Daniel, el motín del cuartel de San Gil y la impopularidad de Isabel II contribuyeron a la agitación política en España
La Revolución Gloriosa se inició en Cádiz el 17 de septiembre de 1868, liderada por el almirante Topete y con el apoyo de generales como Ros de Olano, Prim y Serrano
La abdicación de Isabel II, la instauración de un Gobierno provisional y la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes fueron algunas de las consecuencias de la Revolución Gloriosa
La victoria de las fuerzas de Serrano en la batalla del puente de Alcolea el 28 de septiembre de 1868 fue decisiva para el triunfo de la Revolución Gloriosa
La Constitución de 1869 representó un avance democrático en España al reconocer la soberanía nacional y el sufragio universal masculino
La Constitución de 1869 estableció una monarquía parlamentaria en España, con un rey sin poderes legislativos y una separación de poderes
La Constitución de 1869 abordó cuestiones como la declaración de derechos y libertades, la elección de autoridades locales y la religión del estado