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La luz, con su naturaleza dual, se manifiesta como onda y partícula, influyendo en cómo percibimos los colores. Los objetos reflejan ciertas longitudes de onda que nuestros ojos captan mediante conos y bastones, células fotorreceptoras en la retina. La visión del color es un proceso complejo que involucra la absorción y reflexión de la luz, con una sensibilidad diferencial en la retina que permite una rica percepción cromática.
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La luz puede comportarse tanto como onda como partícula, un concepto conocido como dualidad onda-partícula
Longitudes de onda de la luz visible
La luz visible tiene longitudes de onda entre 380 y 780 nanómetros
Luz blanca y espectro de colores
La luz blanca es una combinación de múltiples colores que pueden ser separados por un prisma para mostrar un espectro de colores
Cada color que percibimos corresponde a una longitud de onda específica dentro del rango visible de 380 a 780 nanómetros
La percepción del color de los objetos se debe a la interacción de la luz con la materia, donde los objetos absorben algunas longitudes de onda y reflejan otras
La naturaleza química y física de la superficie de un objeto influye en su capacidad de absorber y reflejar diferentes longitudes de onda de luz, lo que afecta su percepción de color
El color que vemos en un objeto es el resultado de las longitudes de onda reflejadas que llegan a nuestros ojos
La percepción del color es un proceso que implica la interacción entre el ojo y el cerebro
Conos y bastones
Los fotorreceptores en la retina, conocidos como conos y bastones, son sensibles a diferentes rangos de longitudes de onda
Función de los conos y bastones
Los conos son responsables de la percepción del color, mientras que los bastones son más sensibles a la intensidad de la luz y contribuyen a la visión nocturna y la percepción de movimiento y forma
Existen tres tipos de conos, cada uno sensible a diferentes longitudes de onda asociadas con los colores rojo, verde y azul, lo que permite al cerebro interpretar una amplia gama de colores