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La felicidad, vista como el propósito supremo de la vida, se logra a través de la serenidad y la sabiduría práctica. Filósofos como San Agustín han explorado la diferencia entre placer, alegría y serenidad, y cómo estos estados afectan nuestra realización personal. La libertad, ejercida con discernimiento autónomo, y la integración de razón y corazón son fundamentales en la formación del sujeto moral. Las emociones y el valor objetivo juegan un papel crucial en nuestras decisiones morales, mientras que la comunidad y el diálogo enriquecen nuestro crecimiento moral y la búsqueda del sentido de la vida.
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La felicidad se entiende como un estado de realización que demanda un compromiso profundo y una acción deliberada por parte de los individuos
Placer
El placer se refiere a la gratificación de los sentidos y es efímero
Alegría
La alegría surge de experiencias significativas y puede ser estimulada tanto por factores internos como externos
Serenidad
La serenidad es una disposición interna de calma y equilibrio que no depende de circunstancias externas y está vinculada a la autorrealización y la plenitud
La libertad es un componente esencial en la búsqueda de la felicidad y se manifiesta en la capacidad de elección dentro de un contexto de limitaciones físicas y culturales
La moralidad se define como el uso adecuado de la libertad en la búsqueda del bien, y se fundamenta en la interacción entre la razón y el corazón
Las emociones son esenciales en el proceso de discernimiento autónomo y junto con la apreciación de los valores objetivos, influyen en la libertad y las decisiones morales
La integración de la razón y el corazón permite una práctica moral coherente y auténtica, evitando conflictos internos y logrando una unidad que constituya la base de la moralidad
La felicidad se alcanza indirectamente mediante la "intención oblicua", que combina la serenidad interior con la sabiduría práctica
El sentido de la vida emerge al reconocer que la vida ya posee un significado intrínseco, y la moral se define como el uso adecuado de la libertad en la búsqueda del bien
La socialización y el diálogo con otros son vitales para compartir valores y perspectivas, lo que a su vez fomenta el crecimiento moral individual y la realización del bien común