La Intervención Europea en México y la Defensa de la Soberanía

Intervención Europea y la Defensa de la Soberanía de México

En diciembre de 1861, la flota española llegó a Veracruz, seguida por las fuerzas francesas e inglesas en enero de 1862. Frente al ultimátum de las potencias europeas, el presidente mexicano Benito Juárez designó a Manuel Doblado para entablar negociaciones. Con el fin de evitar la propagación de enfermedades tropicales, Juárez permitió el desembarco de las tropas europeas, pero con la estipulación de que se reembarcarían si no se llegaba a un acuerdo satisfactorio. Doblado aseguró que la moratoria en los pagos de la deuda externa era temporal y que se reanudarían los pagos tan pronto como fuera posible. Aunque los representantes británicos y españoles aceptaron estas condiciones, los franceses, bajo las órdenes de Napoleón III, rechazaron el acuerdo y procedieron a desembarcar un contingente mayor, incluyendo a monarquistas mexicanos liderados por Juan N. Almonte. El 17 de abril, las fuerzas francesas avanzaron hacia el interior del país, lo que llevó a Juárez a decretar una amnistía para los conservadores y a autorizar la formación de guerrillas para la defensa nacional. El general Ignacio Zaragoza se preparó para defender la ciudad de Puebla contra el ejército francés, considerado uno de los más poderosos del mundo. El conde de Lorencez, comandante francés, subestimó a las fuerzas mexicanas y fue derrotado el 5 de mayo en la Batalla de Puebla, un triunfo que obligó a Napoleón III a enviar refuerzos de 30,000 soldados bajo un nuevo liderazgo.

La Caída de Puebla y la Proclamación del Segundo Imperio Mexicano

Un año después de la victoria en Puebla, y tras la muerte de Zaragoza a causa del tifo, las tropas mexicanas se encontraban nuevamente sitiadas en la misma ciudad. Después de un asedio de varios meses, Puebla capituló ante los franceses en mayo de 1863, lo que forzó a Juárez a evacuar la capital del país. Los franceses, consolidando su control, organizaron una asamblea de notables que proclamó el establecimiento del Segundo Imperio Mexicano el 19 de julio de 1863 y ofreció el trono a Maximiliano de Habsburgo. Se estableció una regencia compuesta por militares, civiles y eclesiásticos, entre ellos el arzobispo Labastida, aunque las decisiones efectivas eran tomadas por el mariscal Achille Bazaine, siguiendo las directrices de Napoleón III. Mientras tanto, el ejército francés continuó su ocupación en el territorio mexicano, enfrentando la resistencia de las guerrillas liberales y un creciente descontento popular.

Maximiliano de Habsburgo y las Reformas de su Gobierno

Maximiliano, hermano del emperador de Austria y esposo de Carlota Amalia, aceptó la corona mexicana después de recibir manifestaciones de apoyo de los monarquistas mexicanos. Firmó dos tratados con Napoleón III, comprometiéndose a que México asumiría los costos de la intervención francesa. A cambio, Francia mantendría tropas en México y otorgaría un préstamo, del cual Maximiliano recibiría una pequeña parte. El emperador y la emperatriz arribaron a Veracruz en mayo de 1864, donde la recepción fue tibia, en contraste con la bienvenida entusiasta de la alta sociedad en otras ciudades. Maximiliano, con inclinaciones liberales, implementó una serie de reformas, incluyendo un estatuto imperial, un nuevo código civil, y leyes agrarias y laborales que favorecían a las comunidades indígenas y regulaban las condiciones de trabajo. También promovió el desarrollo económico, autorizando la construcción de ferrocarriles y la creación de un banco nacional para estimular el comercio y la industria.

La Persistencia de la Resistencia Republicana y el Declive del Imperio

Paralelamente, Benito Juárez y los republicanos continuaron su lucha contra las fuerzas francesas y los simpatizantes del imperio, manteniendo el control en diversas regiones del país. No obstante, para 1865, su influencia se había reducido a pequeños bastiones. Juárez extendió su mandato presidencial durante la ocupación, lo que le costó el apoyo de algunos sectores liberales. La situación dio un giro cuando Estados Unidos, tras concluir su Guerra Civil, protestó contra la intervención francesa en México, lo que permitió a los liberales obtener financiamiento y fortalecer su posición militar. Las guerrillas republicanas ganaron terreno y el imperio, asfixiado financieramente y ante la inminente retirada de las tropas francesas, comenzó a desmoronarse. Maximiliano intentó sin éxito formar un ejército nacional leal a su causa.

El Ocaso del Imperio y el Triunfal Retorno de Juárez

Para 1867, el avance de las fuerzas republicanas había confinado al imperio a las ciudades de Puebla y Veracruz. Maximiliano se refugió en Querétaro, donde fue capturado tras ser traicionado. A pesar de las súplicas internacionales por clemencia, fue ejecutado junto con los generales Miramón y Mejía. El 15 de julio de 1867, Benito Juárez hizo su entrada triunfal a la Ciudad de México, siendo recibido con júbilo por una población que reconocía su incansable lucha por la soberanía y la república. Con la caída del imperio, la opción monárquica fue descartada definitivamente en México, aunque la república enfrentaría nuevos retos en el ámbito político interno.