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La fortaleza, un valor clave en la tradición occidental, implica más que fuerza física; es firmeza de carácter y voluntad ética. Aristóteles y Santo Tomás de Aquino la vinculan con la superación de obstáculos y la búsqueda del bien difícil. En la vida diaria, se traduce en perseverancia y resistencia ante las adversidades, manteniendo la dignidad humana y la autenticidad personal.
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La fortaleza es un valor central en la tradición del pensamiento occidental, evidenciado en obras literarias y artísticas que presentan figuras heroicas enfrentando desafíos con valentía
En la antigua Grecia
En la antigua Grecia, este valor se entendía como la capacidad de mantener la compostura y la determinación en circunstancias adversas, tanto en la guerra como ante la inminencia de la muerte
Según el filósofo Joseph Pieper
El filósofo Joseph Pieper interpreta la fortaleza como la disposición a confrontar la muerte, un evento inevitable en la vida humana, sugiriendo que la auténtica fortaleza se manifiesta en la preparación para el fin último de la vida
La fortaleza trasciende la mera capacidad física, abarcando una dimensión ética que implica la firmeza de carácter y la voluntad para perseguir objetivos significativos con determinación
La fortaleza trasciende la mera capacidad física, abarcando una dimensión ética que implica la firmeza de carácter y la voluntad para perseguir objetivos significativos con determinación
Esta perspectiva ética de la fortaleza se enfoca en la capacidad de la persona para ejercer control sobre su entorno y sus propias acciones
La representación contemporánea en medios audiovisuales a menudo simplifica la fortaleza a la fuerza bruta, pasando por alto su esencia ética y el coraje moral que era altamente valorado en la cultura griega clásica
La fortaleza también se refiere a la capacidad de enfrentar y superar los conflictos internos, como las tendencias autodestructivas
A menudo, el desafío más grande no proviene de un adversario externo, sino de la propia naturaleza humana
La verdadera fortaleza se revela en la superación de los impulsos hacia el caos y la fragmentación, y en la búsqueda de la autonomía personal y la integridad
En la filosofía griega, la fortaleza era considerada esencial para afrontar el destino y la adversidad, siendo un valor clave para la supervivencia en un mundo lleno de incertidumbres
Tanto Aristóteles como Santo Tomás de Aquino la relacionan con la consecución del bonum arduum, o el bien difícil, que implica superar obstáculos significativos
Santo Tomás identifica actitudes opuestas a la fortaleza, como la cobardía, la presunción y la temeridad, que obstaculizan la realización del bien