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La concentración territorial en México se remonta a las civilizaciones prehispánicas y se transformó con la llegada de los españoles. La Ley Lerdo y la Guerra de Reforma marcaron un intento de disminuir el poder eclesiástico. Durante el Porfiriato, la venta de tierras a extranjeros y la consolidación de haciendas exacerbó la desigualdad, desencadenando la Revolución Mexicana y la lucha por la reforma agraria.
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Las tierras se repartían entre el tlatoani, los templos, la nobleza y los guerreros
Conquista española y recompensa por servicios
Los conquistadores españoles recibían tierras y mano de obra indígena como recompensa por sus servicios
Las Leyes de Reforma buscaban la separación de la Iglesia y el Estado y la disminución del poder económico eclesiástico
La Ley Lerdo obligaba a la Iglesia a vender sus tierras no cultivadas, lo que desencadenó la Guerra de Reforma
El gobierno de Juárez confiscó los bienes de la Iglesia en 1859, pero la redistribución de la tierra no fue equitativa
La Ley de Colonización buscaba atraer inversión extranjera y modernizar la agricultura mediante la venta de tierras a colonos foráneos y la introducción de tecnología agrícola avanzada
Bajo el régimen de Porfirio Díaz, se intensificó la venta de tierras nacionales a inversionistas extranjeros y compañías deslindadoras, lo que resultó en una mayor concentración de tierras en manos de una élite terrateniente
Las haciendas, grandes extensiones de tierra trabajadas por peones campesinos, generaron un profundo descontento social debido a la explotación y las condiciones precarias de vida de los trabajadores
La inequidad en la posesión de la tierra fue uno de los catalizadores de la Revolución Mexicana de 1910, que buscaba la reforma agraria y la redistribución de la tierra