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El sonido, una energía que se propaga en ondas, es esencial para la comunicación y la percepción del entorno. Su naturaleza física implica la vibración de partículas en medios como el aire, transmitiendo energía a través de variaciones de presión. La audición humana, capaz de detectar frecuencias entre 20 y 20.000 Hz, se realiza a través de un proceso complejo que involucra el oído externo, medio e interno, donde las ondas sonoras se convierten en señales eléctricas que el cerebro interpreta.
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Los objetos en vibración, como diapasones, altavoces o cuerdas vocales, son la fuente del sonido
Las vibraciones de los objetos crean ondas de compresión y descompresión que se propagan a través de un medio
Las ondas sonoras se mueven en patrones tridimensionales y concéntricos a través de un medio, disminuyendo su intensidad con la distancia desde la fuente
La intensidad del sonido se relaciona con la amplitud de la onda y se mide en decibeles (dB)
El tono del sonido está determinado por la frecuencia de la onda y se mide en Hercios (Hz)
El timbre del sonido es único para cada fuente sonora y se produce por la combinación de una onda fundamental con armónicos o sobretonos
El rango de audición humana va desde aproximadamente 20 Hz hasta 20.000 Hz, con una sensibilidad auditiva más aguda entre 2.000 y 5.000 Hz
El umbral de audición humana varía de 0 dB a 120-140 dB
La sensibilidad auditiva en el rango de 2.000 a 5.000 Hz es esencial para el reconocimiento del habla
El proceso de audición implica la conversión de energía acústica en señales mecánicas, hidráulicas y bioeléctricas
El oído humano se divide en tres secciones principales: oído externo, oído medio y oído interno
El oído externo capta las ondas sonoras a través del pabellón auricular y el conducto auditivo externo, protegiendo la membrana timpánica y amplificando ciertas frecuencias