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La encarnación de Jesucristo y su misión redentora son centrales en el Nuevo Testamento, revelando a Dios como Padre y estableciendo un reino de amor y justicia. Jesús, como el Siervo Sufriente, muestra obediencia y compasión, ofreciendo sanación y confrontando el pecado. Su sacrificio expiatorio y función sacerdotal cumplen las promesas divinas y abren un nuevo pacto de gracia.
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Jesús es presentado como el "enviado" del Padre, una idea que se destaca en el Evangelio de Juan con repetidas menciones de su envío
La venida de Jesús se enmarca en la confirmación de las promesas divinas del Antiguo Testamento, que anticipaban la llegada del Mesías como Salvador y Rey
Jesús desempeña un papel crucial en la revelación del conocimiento de Dios, presentando a Dios como un Padre amoroso y atento a las necesidades de sus hijos
Jesús se identifica con el Siervo de Dios descrito en los "Cantos del Siervo" del libro de Isaías, cuya vida ejemplifica la obediencia y el servicio humilde
La sanación de los enfermos y el cuidado de los marginados son aspectos fundamentales de la misión de Jesús, demostrando su compasión y solidaridad con los necesitados
Jesús revela la condición moral de la humanidad y ofrece perdón y comunión con Dios a través de su muerte y resurrección
La muerte de Jesús en la cruz es central en su misión redentora, destinada a vencer las obras del mal y expiar los pecados del mundo
Como el Sumo Sacerdote perfecto, Jesús ofrece a Dios la obediencia que la humanidad no pudo alcanzar, estableciendo un nuevo pacto de gracia y verdad
Jesús, como el Hijo unigénito, se distingue de otros mensajeros por su singularidad y autoridad divina, habiendo sido consagrado y enviado al mundo con una misión específica