Los antimicóticos son esenciales en la lucha contra las infecciones fúngicas. Se clasifican en polienos, azoles y otros, cada uno con mecanismos de acción específicos. La Anfotericina B, por ejemplo, ataca la membrana celular fúngica, mientras que los azoles inhiben la síntesis de ergosterol. Estos fármacos son cruciales para tratar condiciones como la candidiasis y la criptococosis, y su uso debe ser supervisado por profesionales de la salud.
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Los polienos son una categoría de antimicóticos que actúan uniendo a los esteroles de las membranas celulares de los hongos, provocando un aumento en la permeabilidad y la consiguiente pérdida de electrolitos y nutrientes vitales
Griseofulvina
La griseofulvina es un antimicótico que actúa inhibiendo la división celular de los hongos, lo que impide el crecimiento de las hifas y provoca alteraciones en la pared celular
Flucitosina
La flucitosina penetra en las células fúngicas e interfiere con la síntesis de ácidos nucleicos, lo que inhibe la producción de proteínas y ADN
Imidazoles
Los imidazoles son una clase de antimicóticos que inhiben la enzima responsable de la síntesis de ergosterol, un componente crucial de la membrana celular fúngica
Triazoles
Los triazoles son una clase de antimicóticos que también inhiben la síntesis de ergosterol, pero tienen un espectro más amplio y son eficaces contra patógenos como Cryptococcus y Sporothrix
Los antimicóticos actúan uniendo a los esteroles de las membranas celulares de los hongos, lo que provoca un aumento en la permeabilidad y la pérdida de nutrientes vitales
Algunos antimicóticos actúan inhibiendo la división celular de los hongos, lo que impide su crecimiento y provoca alteraciones en la pared celular
Otros antimicóticos penetran en las células fúngicas e interfieren con la síntesis de ácidos nucleicos, lo que inhibe la producción de proteínas y ADN