La Secularización y sus Consecuencias en el Humanismo
Maritain observa que la secularización transformó al hombre cristiano, que había sido consagrado y elevado por la divinidad, en un ser definido exclusivamente por su dimensión terrenal. Este cambio trascendió lo filosófico y redefinió al hombre en función de su propia naturaleza y capacidades, prescindiendo de cualquier intervención divina. La modernidad prometía que la ciencia y el progreso automático conducirían al bienestar humano y al dominio sobre la naturaleza, una promesa que inspiró a muchos revolucionarios de la época.La Crisis de la Razón Moderna y la Desorientación Metafísica
La modernidad, según Maritain, enfrentó una crisis de certezas, perdiendo las bases metafísicas y religiosas que previamente habían sostenido la concepción del hombre. La razón filosófica, al intentar asumir el legado de la teología, no logró mantener sus propios cimientos, derivando en un positivismo que rechazaba cualquier justificación de la existencia del hombre cristiano secularizado. La razón quedó confinada a la interpretación de fenómenos sensibles y al desarrollo de técnicas, excluyendo la posibilidad de alcanzar verdades absolutas sobre la existencia, el ser o el valor.La Disociación entre la Verdad Científica y la Dignidad Humana
En la perspectiva de Maritain, el hombre moderno se encontró con un conocimiento científico desprovisto de una conexión con la Verdad trascendente. Reclamaba derechos y dignidad sin fundamentos en lo divino, aspiraba a la paz y la fraternidad sin la figura de un Redentor, y perseguía el bienestar y la propiedad sin reconocer el mal presente en el mundo. Esta separación entre los ideales y la realidad conllevó a una valoración de la vida humana que ignoraba la dimensión espiritual y el auténtico don de sí, y a una civilización que promovía la libertad y la igualdad sin un sentido genuino de justicia o responsabilidad moral.La Necesidad de Renovar el Humanismo ante la Crisis Civilizatoria
Maritain sostiene que, a pesar de los avances materiales y tecnológicos, el humanismo cristiano secularizado no logró cumplir con su cometido respecto al trato con el ser humano. La civilización moderna, aunque conservaba vestigios de su legado cristiano, experimentaba una creciente disociación entre sus principios morales y espirituales y su comportamiento efectivo. Esta división ha generado un mundo cada vez más pragmático y utilitarista, movido por la inercia más que por un impulso interno hacia el bien, y una democracia que se aleja de su misión de promover la justicia y el amor fraternal. Maritain enfatiza la urgencia de un nuevo humanismo que reintegre el propósito y el espíritu evangélico en el curso de la historia humana.