El Virreinato de la Nueva España, establecido tras la conquista de Tenochtitlán, fue una entidad clave del Imperio español por tres siglos. Administrado por virreyes, su territorio abarcaba desde Norteamérica hasta Filipinas. La estructura política centralizada y la jerarquía social estratificada definieron su organización, mientras que la economía se sustentaba en la minería y la agricultura, siendo la plata un recurso crucial para la Corona.
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La Nueva España abarcaba partes de Estados Unidos, Centroamérica, el Caribe, Filipinas y algunas islas del Pacífico
División territorial
En 1786, se implementó el sistema de intendencias para mejorar la administración, dividiendo el virreinato en unidades territoriales como las Californias, Nuevo México y otras regiones
Ciudad de México como capital
La Ciudad de México era la capital y el centro neurálgico desde donde se coordinaba la administración y el control político sobre las distintas provincias y posesiones ultramarinas
La organización política de la Nueva España se basaba en una estructura centralizada y jerárquica, con el virrey como máxima autoridad y supervisado por el Consejo de Indias y la Casa de Contratación de Sevilla
El virrey era gobernador, capitán general, presidente de la Real Audiencia, superintendente de la Real Hacienda y vicepatrono de la Iglesia, lo que le confería la capacidad de intervenir en casi todos los aspectos de la vida colonial
A lo largo del periodo virreinal, 63 virreyes ocuparon el cargo, desde Antonio de Mendoza hasta Juan O'Donojú, quien aceptó la independencia de México
Además del virrey, la administración colonial contaba con gobernadores, corregidores, ayuntamientos y cabildos para la gestión de los asuntos municipales y el control efectivo del territorio
La sociedad de la Nueva España estaba fuertemente estratificada, con los españoles peninsulares en la cima y los grupos subalternos enfrentando diversas formas de discriminación y explotación
La estructura social fue un caldo de cultivo para el descontento y las revueltas, aunque inicialmente no desafiaron seriamente el orden colonial
Con el tiempo, las ideas de independencia y autonomía se difundieron, especialmente entre criollos y mestizos, lo que desembocó en la guerra de Independencia iniciada en 1810
La economía de la Nueva España se basaba en la minería, la agricultura, la ganadería y el comercio, con la extracción de plata como fuente vital de ingresos para la Corona española
Estas actividades económicas no solo satisfacían la demanda interna sino que también producían bienes para la exportación a Europa, contribuyendo de manera significativa a la riqueza y estabilidad del virreinato
La agricultura y la ganadería, con especies tanto nativas como introducidas, eran fundamentales para el sustento de la población y la generación de excedentes para el comercio