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El Imperio Bizantino, heredero del Imperio Romano de Oriente, se destacó por su arquitectura, como la Hagia Sophia, y su arte en mosaicos. Desde su consolidación en 395 hasta su caída en 1453, atravesó fases de expansión y declive, marcadas por eventos como el Gran Cisma y las invasiones que finalmente llevaron a su fin. Su cultura influyó en Occidente, dejando un legado en ciudades como Rávena.
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Teodosio I dividió el Imperio Romano en dos entidades políticas separadas en el año 395
La parte oriental del Imperio Romano se diferenció de Roma por su lengua oficial, el griego, y por divergencias teológicas crecientes
Durante el reinado de Justiniano I, el imperio experimentó una expansión significativa y se forjó una cultura única basada en la herencia del derecho romano, la influencia del arte y la literatura griega, y la fe cristiana ortodoxa
La primera fase del Imperio Bizantino, que abarcó desde el año 395 hasta el 850, fue un período de formación y fortalecimiento institucional
La segunda fase del Imperio Bizantino, del 850 al 1050, se caracterizó por una era de renacimiento militar y cultural, liderada por la dinastía macedónica
La tercera y última fase del Imperio Bizantino, del 1050 al 1453, fue un prolongado período de declive marcado por la feudalización de la sociedad y la disminución de la autoridad central, que culminó con la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos
Los arquitectos bizantinos perfeccionaron las técnicas romanas en la construcción de bóvedas y cúpulas, utilizando elementos como las pechinas y las medias cúpulas
La arquitectura bizantina buscaba reflejar la majestuosidad divina y la imagen del emperador como representante de Dios en la tierra
Las basílicas bizantinas evolucionaron de sus predecesoras paleocristianas, introduciendo elementos como el nártex y la iconostasis
La Hagia Sophia fue construida por orden del emperador Justiniano I entre 532 y 537, y su diseño innovador se basa en una imponente cúpula sostenida por pechinas
El interior de la Hagia Sophia estaba originalmente decorado con mosaicos dorados y mármoles policromados, que reflejaban la luz y creaban un ambiente celestial
Tras la conversión de la basílica en mezquita, muchos de los mosaicos originales fueron reemplazados o cubiertos con inscripciones islámicas