La Península Ibérica se caracteriza por su diversidad geológica, con montañas como los Pirineos, la Meseta Central y las llanuras del Guadalquivir y del Ebro. Su litología varía desde granitos hasta arcillas, y su relieve incluye formaciones como las rías gallegas y el Teide en Canarias. Estas características son fundamentales para la agricultura, la biodiversidad y la vida humana en la región.
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La orogénesis y la epirogénesis son procesos endógenos que han contribuido a la formación de montañas y a la diversidad morfoestructural de la Península Ibérica
La erosión y la sedimentación son procesos exógenos que han dado lugar a la formación de depresiones sedimentarias y llanuras en la Península Ibérica
Los zócalos y macizos son ejemplos de formaciones geológicas en la Península Ibérica, siendo superficies erosionadas de antiguas cordilleras y elevaciones durante la Era Terciaria, respectivamente
Las depresiones del Guadalquivir y del Ebro son llanuras de gran relevancia agrícola y para el asentamiento humano en España, originadas por la acumulación de sedimentos en fosas tectónicas
El relieve de las islas españolas muestra una gran variedad, desde el Archipiélago balear, una prolongación de las Cordilleras Béticas, hasta el Archipiélago canario, de origen volcánico
El litoral español refleja la diversidad geomorfológica del país, con costas altamente recortadas y acantilados, especialmente en las islas y en las zonas montañosas cercanas al mar