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La gracia divina es central en la fe cristiana, ofreciendo amor y ayuda inmerecidos para la salvación. A través de Cristo, los creyentes reciben justificación y adopción divina, experimentando una regeneración espiritual. Los sacramentos actúan como canales de esta gracia, que requiere colaboración humana para una vida plena en Dios.
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La gracia divina es el amor inmerecido y la ayuda de Dios para la salvación
Participación en la naturaleza divina
La gracia divina permite al ser humano participar de la naturaleza divina y establecer una relación profunda con Dios
Elevación a una realidad espiritual
Como hijos adoptivos de Dios, los creyentes son elevados a una realidad espiritual que trasciende la existencia natural gracias a la gracia divina
La gracia divina impulsa a los creyentes a buscar la unión con Dios en su santidad
La encarnación de Jesucristo es el fundamento del amor divino y la principal vía por la cual la gracia es dispensada a la humanidad
Cristo establece un puente para que la gracia divina sea accesible a todos los que creen en él
La gracia redentora obtenida por el sacrificio de Cristo posibilita una vida renovada y plena en armonía con la voluntad divina
La justificación es el acto por el cual Dios declara justo al pecador y lo purifica para recibir su gracia
La justificación introduce a los creyentes en una relación filial con Dios, haciéndolos coherederos con Cristo y templos del Espíritu Santo
A través de la gracia, se cumple el propósito divino de la creación al permitir a los seres humanos reflejar la imagen de Dios y alcanzar su destino eterno
La regeneración espiritual es un cambio radical necesario para restaurar la comunión entre Dios y la humanidad dañada por el pecado
Según la enseñanza cristiana, es imprescindible "nacer de nuevo" para entrar en el Reino de Dios
Los sacramentos son actos visibles de la gracia invisible de Dios y juegan un papel crucial en la vida espiritual del creyente