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La selección natural es un mecanismo evolutivo clave que favorece a individuos con variaciones genéticas adaptativas. A través de la supervivencia y reproducción diferencial, los rasgos beneficiosos se propagan, llevando a la diversificación de las especies y al desarrollo de adaptaciones como la resistencia a patógenos. La selección sexual y el dimorfismo sexual son ejemplos de cómo las características pueden evolucionar para mejorar el éxito reproductivo, resultando en una biodiversidad notable.
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Darwin y Wallace postularon la selección natural basándose en las observaciones de Malthus sobre la competencia por recursos limitados
En la naturaleza, los individuos con características heredables que les confieren ventajas tienen una mayor probabilidad de sobrevivir y reproducirse
La selección natural favorece a los individuos con variaciones genéticas que mejoran su adaptación al medio ambiente, aumentando su éxito reproductivo y su aptitud biológica
La aptitud evolutiva se mide por el éxito en pasar los genes a la siguiente generación, lo que depende de la interacción entre la información genética y factores ambientales
La selección natural actúa sobre el fenotipo, afectando rasgos como la morfología, el comportamiento y la capacidad de respuesta a estímulos ambientales
La selección natural puede ser estabilizadora, direccional, disruptiva o sexual, dependiendo de cómo afecte a la distribución de los fenotipos en una población
La selección sexual favorece rasgos que aumentan el éxito reproductivo a través de la atracción de parejas, lo que puede resultar en un pronunciado dimorfismo sexual
Estos rasgos pueden incluir coloraciones vistosas, comportamientos de cortejo complejos o estructuras corporales exageradas
En sistemas de apareamiento poligínicos, la selección sexual puede resultar en la evolución de rasgos extremos en los machos para atraer a las hembras o competir con otros machos