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Las Guerras Carlistas del siglo XIX representan un conflicto dinástico que marcó la historia de España. Originadas por la sucesión de Isabel II y la derogación de la Ley Sálica, enfrentaron a carlistas y liberales, definiendo el futuro político y foral del País Vasco y Navarra. La evolución ideológica del carlismo y la abolición de los fueros son aspectos clave de este periodo.
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La muerte de Fernando VII en 1833 desencadenó las Guerras Carlistas
La sucesión de Isabel II fue cuestionada debido a su género y a la derogación de la Ley Sálica
La promulgación de la Pragmática Sanción permitió a Isabel II ascender al trono y avivó el conflicto con los carlistas
El alzamiento carlista y la proclamación del Manifiesto de Abrantes por parte de Carlos María Isidro marcaron el inicio de la Primera Guerra Carlista
Durante la segunda etapa de la guerra, Baldomero Espartero emergió como líder liberal y se buscó socavar la base económica de los carlistas mediante desamortizaciones
La fase final de la guerra culminó con la victoria liberal y la firma del Convenio de Vergara en 1839, que estableció la integración de los carlistas en el ejército isabelino y la revisión de los fueros por las Cortes
Tras la derrota carlista, se buscó una fórmula para armonizar los fueros con la Constitución de 1837, lo que resultó en la creación de nuevas instituciones forales y la configuración de diputaciones provinciales
En Navarra, se preservó una autonomía fiscal y administrativa mediante la Ley Paccionada de 1841
Las reformas delinearon la futura relación entre las regiones forales y el gobierno central, estableciendo un nuevo marco político en el País Vasco y Navarra durante el reinado de Isabel II
A lo largo del tiempo, el carlismo evolucionó desde una postura que defendía el Antiguo Régimen hacia una ideología tradicionalista con un marcado componente católico
A pesar de lograr representación en el parlamento, los carlistas enfrentaron tensiones internas y levantamientos en zonas rurales de Navarra y el País Vasco
Con la llegada de Amadeo de Saboya y la proclamación de la Primera República Española, el carlismo resurgió y adaptó su ideología hacia posiciones más moderadas en busca de establecer un gobierno que respetara los fueros