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El cristianismo primitivo surgió en el siglo I y se caracterizó por la práctica de la Eucaristía y la creencia en Jesucristo. A pesar de las persecuciones, como la de Nerón en 64 d.C., se expandió por el Imperio Romano, influenciando la sociedad y la política tras el Edicto de Milán. El ascetismo y el monacato surgieron como respuestas a la necesidad de una vivencia más profunda de la fe, mientras que los debates doctrinales culminaron en la formación del Credo Nicea-Constantinopolitano.
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El cristianismo, también conocido como la Iglesia, surgió en el siglo I en el contexto judío de Palestina
La difusión del cristianismo se debe en gran parte a la labor misionera y las epístolas de Pablo de Tarso
Los textos fundacionales del Nuevo Testamento, como las epístolas de Pablo de Tarso, contribuyeron a la expansión del cristianismo
La práctica de la Eucaristía era una característica importante de la comunidad primitiva
La creencia en Jesucristo como el Mesías era un elemento fundamental de la comunidad primitiva
La comunidad primitiva incluía tanto a judíos como a gentiles, lo que contribuyó a la expansión del cristianismo más allá de las fronteras judías
Durante sus primeros siglos, el cristianismo fue objeto de persecuciones en el Imperio Romano
Las persecuciones y la destrucción del Templo de Jerusalén contribuyeron a la separación definitiva entre judíos y cristianos
A finales del siglo I y principios del II, los cristianos comenzaron a compilar y discernir los textos que formarían el canon del Nuevo Testamento
Con el Edicto de Milán en 313 d.C., el cristianismo obtuvo legalidad en el Imperio Romano
El cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio con el emperador Teodosio en 380 d.C
La nueva posición del cristianismo favoreció su influencia en la sociedad, promoviendo reformas como la santificación del domingo y la institucionalización de la caridad