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La tipología de heridas se clasifica en cuatro niveles según su profundidad y características, desde alteraciones superficiales hasta daño en músculos y huesos. La evaluación y manejo terapéutico incluyen debridamiento y selección de apósitos adecuados, mientras que la limpieza y cultivo son esenciales para prevenir infecciones y promover la cicatrización.
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Las heridas pueden ser clasificadas en cuatro niveles según su profundidad y características
Las heridas de Tipo 1 se caracterizan por alteraciones en la piel, sensibilidad y edema, sin ruptura de la piel
Las heridas de Tipo 2 se caracterizan por la pérdida de la epidermis y/o dermis, con presencia de tejido de granulación o fibrina
Al evaluar una herida, es importante considerar su ubicación, apariencia, tamaño, profundidad, presencia de tejido necrótico, exudado, estado de la piel perilesional e infección
Los objetivos del tratamiento de heridas incluyen la debridación, control de infecciones, gestión del exudado y protección del tejido nuevo
El debridamiento es un paso crítico en el tratamiento de heridas, ya que elimina tejido necrótico y no vascularizado que puede impedir la cicatrización
Los apósitos deben proteger la herida, mantener un ambiente húmedo y permitir la oxigenación y el flujo sanguíneo adecuados
Los apósitos se clasifican en pasivos, interactivos, bioactivos y mixtos, según sus características y funciones
Los apósitos deben ser biocompatibles, hipoalergénicos y fáciles de aplicar y retirar
La limpieza de heridas se puede realizar mediante irrigación con soluciones estériles o antisépticos, aunque se debe tener cuidado con estos últimos
La toma de cultivos es esencial para identificar infecciones bacterianas y determinar el tratamiento adecuado