La Edad Media se divide en Temprana, Alta y Baja, marcando la transición de la Antigüedad a la Modernidad. Se caracteriza por el surgimiento del feudalismo, el poder de la Iglesia y transformaciones socioeconómicas que culminan en el Renacimiento.
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La caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d.C. dio lugar a la aparición de entidades políticas como los reinos romano-germánicos, el Imperio Bizantino y los califatos musulmanes
La economía de la Temprana Edad Media se basaba principalmente en la agricultura y el trueque debido a la escasez de circulación monetaria
El feudalismo se desarrolló como un sistema basado en la relación de vasallaje y la tenencia de tierras, con una sociedad estamental y una fuerte influencia de la Iglesia en la vida cotidiana y la organización política
En la Alta Edad Media, la relación de vasallaje entre señores y vasallos era fundamental en el sistema feudal
La economía de la Alta Edad Media se basaba en la producción agrícola y la autosuficiencia de los feudos
Durante este periodo, las ciudades experimentaron un renacimiento como centros de comercio y vida cultural, lo que contribuyó al aumento de la población y al surgimiento de la clase burguesa
La Crisis del siglo XIV, con sus hambrunas y la peste negra, redujo drásticamente la población y debilitó los cimientos del sistema feudal
La escasez de mano de obra resultante de la crisis fortaleció a la burguesía y a las monarquías nacionales, que comenzaron a centralizar el poder y limitar la influencia de los señores feudales
Los cambios estructurales en la Baja Edad Media facilitaron la transición hacia un sistema económico más capitalista y el desarrollo de una sociedad urbana con una visión más humanista del mundo