El tejido adiposo, esencial en la homeostasis energética y la función endocrina, se clasifica en blanco y pardo. El blanco, principal depósito de energía, secreta adipocinas como la leptina, regulando el apetito y el metabolismo. El pardo, con su capacidad termogénica, contribuye a la regulación de la temperatura corporal. Ambos tipos muestran plasticidad, adaptándose a cambios energéticos y termogénicos mediante la transdiferenciación.
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El tejido adiposo blanco está compuesto principalmente por células adiposas grandes que almacenan lípidos en forma de triglicéridos
Almacenamiento de energía
El tejido adiposo blanco sirve como principal depósito de energía en el cuerpo humano
Secreción de adipocinas
El tejido adiposo blanco secreta hormonas y proteínas señalizadoras, conocidas como adipocinas, que regulan el apetito y el metabolismo
Los adipocitos blancos se originan a partir de células madre mesenquimales y su diferenciación está controlada por factores de transcripción
El tejido adiposo pardo está compuesto por células adiposas más pequeñas que contienen múltiples gotas lipídicas y una proteína termogenina en sus mitocondrias
El tejido adiposo pardo es altamente vascularizado y enriquecido con fibras nerviosas simpáticas, lo que le permite generar calor a través del desacoplamiento de la fosforilación oxidativa
La termogénesis en el tejido adiposo pardo es activada por bajas temperaturas y estimulada por la noradrenalina, contribuyendo a la regulación de la temperatura corporal
Las adipocinas secretadas por el tejido adiposo tienen efectos significativos en el metabolismo energético, la respuesta inflamatoria y la regulación de la presión arterial
La leptina, una adipocina importante, regula el apetito y el metabolismo energético, y también influye en la síntesis de hormonas esteroides
El tejido adiposo puede adaptarse a las demandas energéticas y termogénicas del cuerpo a través de un proceso de transdiferenciación, en el cual los adipocitos blancos pueden transformarse en adipocitos pardos