La reforma agraria en México marcó un hito en la historia del país, buscando una distribución más equitativa de la tierra y la mejora de la vida campesina. Originada en la Revolución Mexicana y formalizada con el Plan de Ayala y la Constitución de 1917, enfrentó retos como la resistencia de hacendados y la creación de minifundios. A pesar de su papel en la modernización y la transición a una sociedad urbana, la reforma no erradicó la pobreza rural ni logró un desarrollo agrícola sostenible, siendo también un instrumento de control político a través del ejido y la CNC.
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Emiliano Zapata promovió el Plan de Ayala, que exigía la restitución de tierras a campesinos y la redistribución de terrenos de grandes haciendas
La Constitución institucionalizó la reforma agraria y estableció el reparto agrario como una política de Estado
Entre 1911 y 1992, se redistribuyeron aproximadamente 100 millones de hectáreas, transformando significativamente el paisaje agrario mexicano
La reforma agraria fue un factor determinante en la transición de una sociedad agraria a una urbana e industrial
La creación de minifundios y la falta de inversión en infraestructura y servicios agrícolas limitaron la efectividad de la reforma en mejorar las condiciones de vida de los campesinos
La crisis económica mundial de 1929 y la nacionalización de la industria petrolera en 1938 llevaron a una adaptación de la reforma agraria para satisfacer las necesidades alimentarias de una población urbana en crecimiento
La legislación estableció un marco de control estatal sobre las tierras ejidales y comunales, limitando su uso a los ejidatarios y comunidades bajo condiciones específicas
Las prohibiciones en la venta y arrendamiento de parcelas perpetuaron la dependencia económica de los campesinos al Estado
Aunque el gobierno tenía una capacidad limitada para supervisar a todos los ejidatarios, la subordinación del ejido al Presidente de la República y a las instituciones gubernamentales fue un mecanismo efectivo para mantener el control político sobre el campo
El ejido se convirtió en una institución central en el desarrollo rural y en la construcción de la identidad comunitaria en el México rural
A través de la Confederación Nacional Campesina (CNC), los campesinos intercambiaron su apoyo al gobierno por acceso a la tierra y representación política
El sistema clientelar entre los líderes de la CNC y los campesinos reforzó la dependencia política y limitó la autonomía de los ejidatarios